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Paz & Reconciliación 2020-01-26 | Comentarios:

Pastora Mira: víctima de la violencia y hacedora de paz en San Carlos - Antioquia

Pastora Mira: víctima de la violencia y hacedora de paz en San Carlos - Antioquia

Colaboración especial por: Luisa Otero**

 

Buena Gente Periódico conversó con Pastora Mira García, líder social de San Carlos - Antioquia. Ubicado a 4 horas de Medellín, este municipio ha sido severamente golpeado por el conflicto armado, causante del desplazamiento forzado de 20.000 de sus habitantes, el homicidio de 1.000 más, la desaparición forzada de 240 y el reclutamiento de alrededor de 150 menores por parte de los grupos armados que disputan el control del territorio. Pastora hizo la primaria y cursó hasta cuarto bachillerato. Ha trabajado en la Registraduría de Samaná, en inspecciones de policía y ha sido concejala de su municipio durante 3 períodos.

 

Una historia de resiliencia

 

Pastora no escapó de las violencias incubadas en San Carlos; tenía 5 años de edad cuando, en una noche de 1960, el rosario familiar fue interrumpido por el asesinato de su padre. Su joven madre quedó con la responsabilidad de criar 9 hijos. En 1974, durante su juventud temprana, su primer esposo es asesinado; su hija tenía sólo 2 meses de edad.

 

En los 80 la construcción de megaproyectos hidroeléctricos fue la excusa para que una población de izquierda “que luchaba por la inequidad social”, y una de derecha “que defendía el capitalismo”,  generaran violencia. Para Pastora los jóvenes campesinos, huérfanos, analfabetos muy pobres y con ciertos niveles de discapacidad mental nutren los ejércitos de un lado y de otro, “preparan a estos jóvenes como perros para ladrarle al otro y hacerlo sentir su enemigo (…) al que piensa diferente”. Menciona otra fuerza, el narcotráfico, que avanza gracias a la corrupción, su caldo de cultivo.

 

Ha sido victimizada en múltiples ocasiones, su sobrino de 20 años es asesinado en 2001 y reportado como falso positivo. En 2002 su hija Sandra Paola, de 21 años, sin identificarse con unos u otros “es absorbida por los de derecha buscando que se convirtiera en una aliada”; se la llevan por 9 meses y medio. Entre los enfrentamientos del grupo del comandante ‘Doble Cero’ y los de ‘Don Berna’ y ante la negativa de Sandra a portar armas, la desaparecen.  Pastora buscó el cuerpo de Sandra por 7 años y medio. Ese año su hermano, padre del sobrino asesinado, también desaparece.

 

 

En 2005 los paramilitares se llevan a su hijo Jorge Aníbal. Venciendo el miedo les dice: “se creen hoy el árbol más verde, pero en el verano todos se secan. Yo vengo de un conflicto anterior y los vi secos, nos veremos a la vuelta de la esquina porque lo que ustedes están haciendo hoy eso se paga. No van a recibir venganza por parte de nosotros”.  Jorge es torturado, asesinado y tirado en una vía pública 13 días después.

 

 

 

Pasos difíciles, grandes enseñanzas

 

En 1976 Pastora va a trabajar al corregimiento de Samaná, allí escucha un nombre familiar: Zenón. Su mamá le revela que se trata del asesino de su padre, le advierte que “no tiene derecho a hacerle ningún daño a nadie”, por más daño que le hayan causado. Finalmente va hasta su casa; ve una piltrafa humana “pudriéndose en vida”, enfermo y con 4 hijos vivía con su anciana madre, Hermelinda.

 

Desarmada, se desmorona su motivación de venganza. Ayuda a la familia con alimentación y cura a Zenón. Doña Hermelinda le dice al hijo: “¿sabes quién te está curando hoy?, una de las tantas huérfanas que vos dejaste en este mundo”. Con esa revelación Zenón no volvió a levantar la mirada.  Esa lección de dignidad le permitió crecer; entendió que la culpa pesa más que el dolor, “sólo queda portarla y bajar la cabeza”.

 

Después del asesinato de Jorge Aníbal llega otra prueba. En San Carlos encuentra un muchacho herido, lo lleva a su casa para curarlo. Lo viste con ropa de su propio hijo. El joven ve las fotos del grado de bachiller en el cuarto de Jorge, pregunta: “¿qué hacen las fotos de ese man ahí, que lo matamos antier?”. Él confesó lo que “no se le estaba preguntando”. Sus hijas la instigaron a actuar: “cobarde mamá ¿lo va a dejar ir, véalo, y no va a hacer nada?”.  Ella les respondió: “claro mis amores, ustedes tienen toda la razón, díganme qué hay que hacer y cómo lo hago, díganme (…) ¿lo pico?“. Y añadió: “garantícenme que ustedes van y me visitan a la cárcel con Jorge Aníbal porque él va a volver a vivir cuando yo mate a este muchacho, porque si no, no tiene lógica que yo mate ese muchacho que finalmente es un pobre idiota de la guerra”.

 

 

Con estas palabras, como respuesta a sus hijas, nos muestra la naturaleza del perdón “nada nos vuelve a vivir el niño, pero eso sí ¿ustedes y yo nos convertimos en asesinas y [qué] es entonces lo que censuramos cuando recibimos el daño?”. Finalmente, Pastora le dijo a aquel muchacho que su mamá en algún lugar clamaba por él, que la llamara para decirle que estaba vivo, hasta le prestó su teléfono.

 

En 2005 se reencuentra con aquel muchacho durante la desmovilización paramilitar. La saludó: ­ “Ay mamá, ¿usted cómo está?”. La miraba diferente, allí Pastora comprende lo importante de trabajar aquello que deja el conflicto en las víctimas “una coraza de miedo y de desconfianza hacia todo lo que te rodea”.

 

 

Si el dolor no nos une ¿qué puertas nos pueden unir?”: las víctimas

 

En 2003 con Jorge Aníbal montó un ‘casino’ en su casa de San Carlos, donde se reunían vecinos a jugar dominó, parqués, bingo y cartas. Luego se constituyó en un escenario de legitimidad, de encuentro y generación de confianza entre las víctimas, especialmente de desaparición forzada. Enfrentan el miedo, llaman las cosas por su nombre y hablan públicamente de la desaparición. Ese año, 17 mujeres se convocan para ir al consultorio jurídico de la Universidad de Antioquia, en Marinilla. Adelantan procesos de muerte presunta por desaparición, que eran muy costosos, pagan con rifas y bingos. Presentan un proyecto a la Gobernación para subsidiar estipendios, edictos, un abogado y un psicólogo para tratar el duelo y la desaparición.

 

Emprenden la construcción de diarios de las personas desaparecidas: la etapa en la que estaban, sus sueños y la visión de los familiares sobre sus proyectos de vida. Así comparten con “el que no está”, lo tratan como a un vivo― pues no han podido sepultarlo― y cierran el ciclo. También lograron exhumaciones.

 

En 2008 se consolidan como una organización de víctimas, RedConciliar, integrada por 9 personas. Documentan un lugar con reconocimiento nacional, el Jardín de la Memoria, donde se expone el trabajo de arte terapia de las víctimas. La sede fue un comando paramilitar, hoy transformado en museo se comparte con 14 organizaciones de base como piscicultores, madereros, panaderos, mineros artesanales, ganaderos, mujeres, ambientalistas, Boys Scouts, Aficolmenas, entre otras. El fin, ayudar a la gente a ‘levantarse’ en organizaciones y comunidad.

 

Tienen dos actividades principales: la pedagogización, donde reciben estudiantes de diferentes universidades del país y del extranjero, también docentes. Enseñan las rutas de memoria, “la lectura del contexto del conflicto con lugares emblemáticos”, se reflexiona, se busca la conciencia en los jóvenes y la no repetición.

 

Los ciclos de reconciliación combinan lo urbano y lo rural; hay vivencias y trasformación de imaginarios. En San Carlos hay comunidades desplazadas por el conflicto que recomponen su proyecto de vida gracias al retorno. Así que “devolverles la palabra a las víctimas” y acompañarlas por el Estado con unos mínimos ― escuelas abiertas, territorios desminados y productividad para la sostenibilidad― es fundamental.

 

 

Aprendió la importancia de reconocer al otro en la diferencia y lograr nuevos escenarios de convivencia basados en el respeto por la vida, la habilidad de escuchar y el control a juzgar, empatía, análisis de lo que se debió haber hecho para madurar niveles de conciencia, participación y toma de decisiones.

 

Han recibido apoyo de Conciudadanía, de la Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño y de MAPP-OEA (Misión de Apoyo al Proceso de Paz). En el marco del Laboratorio de Paz presentaron el proyecto ‘Acompañamiento psicosocial a víctimas y victimarios del conflicto armado’ para generar espacios de encuentro y de escucha con los desmovilizados. Instauraron mesas de reconciliación donde interactúan todos los actores en un mismo espacio.

 

Pastora reconoce una alianza crucial con AMOR (Asociación de Mujeres del Oriente) para articular procesos desde el territorio a lo regional. También la labor de Fabiola Lalinde (Operación Sirirí), de María Elena Toro (Madres de La Candelaria) y de Teresita Gaviria (Caminos de Esperanza).

 

 

Y ¿la paz?

 

Finalmente, Pastora reflexiona acerca de este momento coyuntural. Señala tres principios para avanzar: insistir, persistir y nunca desistir, pues “tenemos derecho a vivir (…) en un país tranquilo, en paz y a no dejarnos utilizar más”. Enfatiza el derecho de las clases menos favorecidas a “que nos dejen ser y saber para el hacer, realizarnos como seres humanos”. Enamorarnos del proceso de paz y defenderlo es nuestra gran oportunidad. De lo contrario, “nos devolveremos a 1957 con un Frente Nacional para cerrar el acceso de nuevos pensamientos al poder”, concluye.

 

Fotos cortesía de: Centro de Acercamiento para la Reconciliación y la Reparación, San Carlos-Antioquia

 

**Mágister en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de México, investigadora CIJUS, Universidad de los Andes. Luisa cuenta, además, con una amplia trayectoria en el trabajo con comunidades en distintas regiones de Colombia.


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